martes, 12 de julio de 2011

El surf salva de la pobreza a pequeño poblado de pescadores salvadoreños

Punta Roca, El Tunco y El Sunzal son sitios que forman parte de la llamada ruta de playa Puerto La Libertad, a sólo 30 km de San Salvador. Allí, en los últimos seis años, la práctica del surf cautivó a los jóvenes y atrajo a lugareños y foráneos.



"Muchos jóvenes se sienten hipnotizados por las olas, les gusta más que el fútbol; igual yo, prefiero el mar así me mantengo alejado de vicios, de la delincuencia, o sea, de malos pasos", reconoció Israel Areniva, de 22 años, quien acaba de participar en un torneo internacional allí.



El alcalde de Puerto La Libertad, Carlos Molina -también amante del surf-, indicó que no hay cifras precisas de cuántos deportistas llegan a sus playas, pero "son muchos". Eso, afirma, ha sido "un detonante del comercio, del empleo, del desarrollo" de un pueblo en el cual muchos de sus habitantes se dedicaban a la pesca artesanal.



Con 39 años y desde hace una década dedicado a reparar tablas, Saúl Calles ha sido testigo de cómo en las playas de Puerto La Libertad crecieron los servicios para atender a los que llegan a la zona para practicar surf o buscar el marisco fresco que venden los pescadores



"El surf nos ha permitido a muchos prosperar un poco, pues no sólo la gente local hace surf, sino que aquí vienen muchos extranjeros a practicarlo. Y eso significa que estamos teniendo ingresos para nuestras familias", relata Calles.



El turismo local y extranjero generó la construcción de diversos establecimientosDesde pequeños hoteles de bajo costo -desde siete dólares la noche-, restaurantes y bares hasta una academia de idiomas.



"Todos los días, se rentan dos o tres habitaciones. No tenemos opulencia, pero lo bueno es que es un bien familiar que nos ha mejorado un poco la vida", cuenta Josefina Molina, que hace cinco años atrás trabajaba como enfermera en un hospital público. Hasta que un día, junto con su esposo, Israel, decidió solicitar un préstamo a una cooperativa y transformó su pequeña casa en un hotel de bajo costo con seis habitaciones para surfistas. En el negocio, la ayudan sus dos hijos, de 24 y 20 años, que están encargados de la cocina y quienes, por supuesto, también practican el surf.
 


Fuente: AFP

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