domingo, 24 de julio de 2011

Turismo comunitario en el Salar del Uyuni

Uyuni (Bolivia) 23 jul.- El Salar de Uyuni, un paisaje de gran belleza natural y principal reserva mundial de litio, tiene para los turistas un nuevo atractivo, pues ahora ellos pueden convivir con los indígenas bolivianos, dormirán en sus casas y van a colaborar en la agricultura o en la esquila de las llamas.
“Hay interés en el turismo comunitario, por convivir con la gente del campo, participar de sus almuerzos y cenas. Las comunidades han armado una o dos habitaciones con camas para poder convivir con los visitantes”, comenta a la AFP Rosa Pérez, presidenta de la Cámara Regional de Turismo de Uyuni.
Y se trata de eso: de vivir en una comunidad campesina, en medio de su enorme pobreza, sin computadoras ni celulares, sin duchas ni refrigeradores, con pozos sépticos como baños y, en la mayoría de los casos, sin energía eléctrica.
Este sistema turístico ya funciona en las comunidades de Atulcha, Villamar y San Juan, alrededor del Salar, el desierto de sal más grande del mundo con 10.000 kilómetros cuadrados y uno de los más ricos yacimientos de litio del mundo, a 3.600 metros sobre el nivel del mar.
También hay interés por participar en la trasquila de las llamas que tiene lugar una vez al año, en agosto, o en las caravanas en que los comunarios viajan durante largas jornadas, acompañados por su recua de llamas, transportando bloques de sal que intercambian por maíz, haba o papa en otras comunidades.
Vivir con un campesino un día, trasquilar lana de llamas o caminar por regiones andinas tiene un costo diario de unos 15 dólares que, por ahora, forma parte de los paquetes turísticos que ofrecen empresas, que luego redistribuyen a los indígenas.
“Venimos motivados para ver la región”, explica a la AFP Saeko Yuda, de 50 años, una estadounidense de origen japonés, que vive desde hace cinco años en Bolivia y que ahora está al mando de un grupo de turistas nipones.
Los extranjeros —dice ella— quieren ver “algo que no es nada habitual para ellos”.
En Uyuni, una planicie de sal que en el horizonte pareciera fundirse con el cielo, ha bajado el flujo turístico casi al mínimo en los últimos días por una fuerte nevada que afecta a la región del sudoeste de Potosí.
Producto de eso, incluso el Salar está inundado por agua que ha llegado a los 40 centímetros de altura, lo que ocasiona que la circulación por la planicie sólo se puede hacer en tractores.
En el mismo Salar hay varios hoteles con paredes y mobiliario de sal, que constituyen otra de las atracciones turísticas.
Desde el poblado de Uyuni, al este del Salar, se ingresa hasta otros puntos turísticos, como las lagunas Colorada y Verde, llamadas así por los colores de sus aguas, debido a las plantas en sus lechos.
Ahora, sin embargo, el mal clima no permite llegar allí y ello obliga a los pocos visitantes a dirigirse al poblado de Pulacayo, un emporio minero, hoy convertido en una suerte de ciudad fantasma, o al cementerio de trenes.
Calles vacías, casas vetustas, un clima frío y el viento que cala hasta los huesos sumergen a Pulacayo en una imagen fantasmagórica.
Este centro minero fue también escenario de la filmación de dos películas: la boliviana Los Andes no creen en Dios y Blackthorn, del español Mateo Gil, sobre el célebre bandolero estadounidense Butch Cassidy, quien murió en Bolivia.

Cementerio de trenes, a las afueras de Uyuni

Un sitio que guarda mucha historia es el Cementerio de Trenes, ubicado en un sector de la Estación Central, a las afueras de Uyuni, donde se apiñan abandonadas locomotoras a vapor, vagones, bodegas y furgones expuestos a la intemperie, resignados a que el tiempo deje en ellos profundas huellas de óxido y de olvido.
“Me trae recuerdos, me siento nostálgico”, dice a la AFP Alberto André, un boliviano sesentón, descendiente de franceses —tres veces alcalde de Uyuni— quien recuerda que esa ciudad, denominada la Hija Predilecta de Bolivia, fue creada como nudo distribuidor ferroviario boliviano, pues “conecta al sur con Argentina, al oeste con Chile y al este con los centros mineros de Pulacayo y Potosí”.



Fuente: AFP y Cambio. Extraido de eabolivia.com

sábado, 16 de julio de 2011

Turismo globalizado produce más pobres y destrucción de la naturaleza

Enclaves turísticos "bunker playa - sol" generan conflictos sociales

San José, 15 jul  - El turismo "esclavo" o "todo incluido", impuesto por el capitalismo financiero y el Estado neoliberal en Centroamérica y el Caribe, impone escenarios de conflictividad socioambiental por la privatización de tierras y agua, precariedad laboral, degradación democrática y del empresariado local.
La revista de la Universidad de Barcelona publica el artículo "Búnker playa-sol. Conflictos derivados de la construcción de enclaves de capital transnacional turístico español en El Caribe y Centroamérica", escrito por Macià Blàzquez, Ernest Cañada e Ivan Murray.
Este artículo se desarrolla en el marco del programa de investigación desarrollado por el Grupo de Investigación en Sostenibilidad y Territorio (GIST) del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de las Islas Baleares (UIB).
Sostiene que su epítome son los enclaves a modo de búnker de sol y playa bajo la modalidad del "todo incluido" -hoteles, urbanizaciones cerradas, campos de golf y cruceros turísticos- asimilables a megaproyectos urbanos gentrificados (La palabra gentrificación procede del inglés gentry y significa, literalmente, aburguesamiento).
Dicho concepto define el proceso mediante el cual un barrio de clase obrera, que ha sufrido una situación previa de abandono y degradación del caserío, vive un proceso de revalorización que implica la expulsión de sus habitantes tradicionales y su sustitución por habitantes de clase media-alta.
El proceso implica la sustitución de la población, de la tipología de viviendas y de las actividades comerciales y productivas, la sustitución, por ejemplo, de talleres y tascas por bares y tiendas de diseño.
El móvil de este fenómeno es la ganancia especulativa obtenida a través del cambio sufrido en el valor del suelo entre la fase de abandono de la zona y su posterior revalorización.
Los autores, entre ellos Ernest Cañada, un investigador español con residencia en Nicaragua y que periódicamente visita Costa Rica, explican que el turismo internacional participa así de la construcción de nuevas geografías del miedo, ampliando el alcance de las políticas de seguridad que han acompañado el régimen financiero y el neoliberalismo.
Los enclaves turísticos ponen de manifiesto este miedo con arquitecturas de búnker y coches todo terreno y blindados para conducir a sus directivos a los "cerrados" en los que residen estos trabajadores de "cuello blanco".
Así se reproduce el modelo de las "Islas de orden y temor" en medio de océanos de entropía y pobreza. La polarización entre centro y periferia del sistema-mundo capitalista se demuestra por el contraste entre los casos de las Islas Baleares respecto de El Caribe y Centroamérica.
Las dimensiones ocultas del "éxito corporativo" de los "búnker playa-sol" se identifican y evalúan por las movilizaciones sociales críticas. Estas movilizaciones cristalizan el conflicto social asociado al turismo que a menudo se articulan aisladamente, sin compartir experiencias ni conocimientos.
Los autores advierten que la investigación ha pretendido establecer una serie de tipologías de acuerdo a unos patrones comunes a la luz de las teorías de la gentrificación y de la acumulación por desposesión.
Sin embargo, indican que el conocimiento colectivo y el apoyo entre las diferentes organizaciones sociales protagonistas de esos conflictos pueden ayudar a la mejora de las condiciones de vida y de la democracia político-económica de las comunidades en las que el turismo adquiere protagonismo.
El trabajo revela que la lógica neoliberal defiende el turismo transnacional por su supuesto efecto de goteo de la riqueza -trickle down-, basándose en que el consumo suntuario beneficia a la colectividad.
Empero la acumulación por desposesión -del suelo, los recursos naturales e incluso la cultura- y la polarización que eso implica determinan situaciones de empobrecimiento, conflicto y miedo.
El turismo global protagonizado por el capital transnacional en los espacios periféricos ha recurrido al encierro en enclaves "todo incluido" -hoteles, urbanizaciones cerradas o cruceros- a modo de búnker.
El trabajo toma como ejemplo la transnacionalización del capital turístico español. Las cadenas hoteleras baleares ejemplifican el proceso de acumulación por desposesión en El Caribe y Centroamérica.
Éstas han recibido el respaldo y subvención de los Estados anfitriones y de los gobiernos español y balear. Su difusión e implantación han supuesto la mercantilización turística del territorio y los recursos naturales. Además, han conllevado un proceso de gentrificación (elitización) del espacio por los usos turísticos, y una desposesión de las poblaciones locales, dando lugar a un nuevo escenario de conflictividad.
La investigación se organiza en cinco apartados: uno teórico, dos de análisis del origen y el destino de la inversión, y los dos últimos sobre los particulares de la urbanización turística y sus consecuencias.
El primero define someramente la geo-economía y la geopolítica de la actividad turística en el marco neoliberal de la globalización financiera, con la desregulación (o re-regulación) y el reforzado papel del Estado corporativo o empresarial.
El segundo ejemplifica este fenómeno en el caso español, y más particularmente en el balear, como espacio centrípeto de acumulación por desposesión en manos de cadenas hoteleras.
El tercero se centra en el proceso de internacionalización de las cadenas hoteleras baleares hacia el principal destino geográfico de su actividad: El Caribe y Centroamérica.
El cuarto pormenoriza la acepción de enclave turístico como espacio de gentrificación y monopolio de la ganancia y, a su vez, de exclusión social. Y el quinto y último muestra y caracteriza los conflictos derivados de la implantación de este modelo de desarrollo turístico en El Caribe y Centroamérica en base al capital de origen balear.
Los investigadores han tomado como ejemplo la transnacionalización del capital turístico español. Las cadenas hoteleras baleares ejemplifican el proceso de acumulación por desposesión en El Caribe y Centroamérica. Éstas han recibido el respaldo y subvención de los Estados anfitriones y de los gobiernos español y balear, acotan.
Agregan que su difusión e implantación han supuesto la mercantilización turística del territorio y los recursos naturales. Además, han conllevado un proceso de gentrificación (elitización) del espacio por los usos turísticos, y una desposesión de las poblaciones locales.
Laboratorio
Los autores resaltan también que el capital turístico ha participado y ha sido un agente destacado de la globalización capitalista. También podría decirse que el turismo por su dimensión internacional ha sido una especie de laboratorio de dicha globalización.
Explican que los factores que permitieron el proceso de creciente expansión territorial del turismo tras la caída del Muro de Berlín incluyen: la arquitectura institucional del multilateralismo (bajo tutela de los EEUU), la expansión y aplicación de las NTIC (Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación), la proliferación de nuevos instrumentos financieros y el predominio de las lógicas financieras como eje central del régimen de acumulación flexible, la caída del precio del petróleo dando inicio a lo que se ha llamado los "veinte años de petróleo barato" y el consenso social en torno a la cultura del capital (consumismo).
La globalización del capital turístico se ha fundamentado en el diferencial de renta (y precios) característico del desarrollo geográfico desigual, lo que proporciona mayores tasas de beneficio a la empresa transnacional en red. Esta ventaja sólo se ha podido conseguir con el desplazamiento de las denominadas "periferias de placer" hacia las semiperiferias del sistema mundo capitalista.
Desigualdad
El contraste entre los turistas internacionales y la comunidad local empobrecida se resuelve mediante el enclave de estaciones turísticas integradas, bajo control del capital transnacional.
El turismo internacional se establece así en avanzadilla de los intereses centrales, aunque sin abandonar la ventaja posicional de las "Islas de orden y temor en medio de océanos de entropía y pobreza".
De esta manera, la deslocalización de la producción turística es parcial ya que mientras que la planta hotelera se desplaza hacia los espacios periféricos, los cuadros de mando y, sobretodo, de gestión financiera se mantienen en los espacios centrales.
Además, la producción turística, como en el resto de actividades económicas, está crecientemente ligada a las lógicas financieras. A pesar de ello, el elemento esencial del negocio turístico sigue siendo la comercialización de las estancias turísticas, por lo que la producción del espacio sigue siendo un aspecto clave.
La producción turística del espacio pone en evidencia la polarización socioterritorial. La difusión del capital turístico global, protagonizado básicamente por lastransnacionales, en las periferias del placer se ha materializado territorialmente en enclaves turísticos -resorts, urbanizaciones cerradas (gated communities) o cruceros turísticos-.
Estas soluciones espaciales responden, en buena medida, a las retóricas del miedo como ocurre en los espacios urbanos, por ejemplo con los cerrados latinoamericanos, donde resultan nuevas geografías del miedo.
Además, la cadena de valor (monetario) turístico suele quedar atrapada exclusivamente en esos enclaves turísticos, dejando a "los otros" y "las afueras" al margen del reparto del valor (monetario) turístico. Así, pues los espacios del miedo y del capital convergen y se refuerzan.
La emergencia del neoliberalismo favorece a este negocio turístico-inmobiliario mediante la financiarización internacional, la libre movilidad de capitales, la libre implantación geográfica de las actividades productivas y especulativas, o la privatización de empresas y propiedades públicas; que se solapan, sin recato de su incongruencia, con medidas de proteccionismo estatal favorecedoras de "sus" corporaciones empresariales.
Entre los mecanismos de acumulación por desposesión (por ejemplo, mercantilización de la naturaleza y bienes comunes, privatización de lo público), la urbanización y turistización de amplios territorios costeros responde al esquema de apropiación y privatización de recursos y territorios que aún conservaban un carácter de "bien común" en distintos grados y particularidades.
Las comunidades rurales en determinados territorios han tratado de resistir o reducir los alcances de los procesos de usurpación de los recursos naturales (tierra y agua principalmente, y en menor medida, aún, bosques), y al desplazamiento y elitización de sus territorios, enmarcados en los procesos de "acumulación por desposesión".
Esta desposesión se produce por múltiples vías, que van de las dinámicas especulativas y la compra-venta a los procesos de expropiación. El problema no se limita a la pérdida de determinados recursos, sino que este proceso de desposesión supone también una profunda desestructuración de la territorialidad de las comunidades rurales, entendida como el espacio en el que se desarrollan y reproducen colectivamente de forma económica, social, política y cultural, y su sustitución por otra lógica de ocupación y articulación del territorio.
Algunos de estos conflictos están motivados por el intento de distintas fracciones de capital turístico-residencial por acaparar tierra en la que desarrollar sus actividades (o, a veces, tan sólo para especular con el valor del suelo), e implican el desplazamiento de la población local.
Además de la tierra, el otro gran recurso que han tratado de controlar las iniciativas turístico-residenciales es el agua. En otros casos el origen del conflicto ha estado motivado por el hecho de que los nuevos desarrollos turístico-residenciales pudieran impedir el paso y acceso a lugares a los que la población local acudía, ya fuera con fines productivos o de ocio, como las playas.
Hasta el momento las principales amenazas sobre los territorios y recursos naturales de las comunidades rurales se han cernido sobre las zonas costeras, sin embargo la creciente valorización que pueden tener áreas boscosas en el marco del establecimiento de servicios ambientales vinculados a mercados de carbono y mecanismos de Reducción de Emisión por Deforestación y Degradación de Bosques (REDD), puede ser un nuevo riesgo de desposesión para las poblaciones rurales.
Pueden encontrar el trabajo aquí: BLÁZQUEZ, Macià, Ernest CAÑADA e Ivan MURRAY. Búnker playa-sol. Conflictos derivados de la construcción de enclaves de capital transnacional turístico español en El Caribe y CentroaméricaScripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 10 de julio de 2011, vol. XV, nº 368. [ISSN: 1138-9788].


Fuente: El País (Costa Rica)

martes, 12 de julio de 2011

El surf salva de la pobreza a pequeño poblado de pescadores salvadoreños

Punta Roca, El Tunco y El Sunzal son sitios que forman parte de la llamada ruta de playa Puerto La Libertad, a sólo 30 km de San Salvador. Allí, en los últimos seis años, la práctica del surf cautivó a los jóvenes y atrajo a lugareños y foráneos.



"Muchos jóvenes se sienten hipnotizados por las olas, les gusta más que el fútbol; igual yo, prefiero el mar así me mantengo alejado de vicios, de la delincuencia, o sea, de malos pasos", reconoció Israel Areniva, de 22 años, quien acaba de participar en un torneo internacional allí.



El alcalde de Puerto La Libertad, Carlos Molina -también amante del surf-, indicó que no hay cifras precisas de cuántos deportistas llegan a sus playas, pero "son muchos". Eso, afirma, ha sido "un detonante del comercio, del empleo, del desarrollo" de un pueblo en el cual muchos de sus habitantes se dedicaban a la pesca artesanal.



Con 39 años y desde hace una década dedicado a reparar tablas, Saúl Calles ha sido testigo de cómo en las playas de Puerto La Libertad crecieron los servicios para atender a los que llegan a la zona para practicar surf o buscar el marisco fresco que venden los pescadores



"El surf nos ha permitido a muchos prosperar un poco, pues no sólo la gente local hace surf, sino que aquí vienen muchos extranjeros a practicarlo. Y eso significa que estamos teniendo ingresos para nuestras familias", relata Calles.



El turismo local y extranjero generó la construcción de diversos establecimientosDesde pequeños hoteles de bajo costo -desde siete dólares la noche-, restaurantes y bares hasta una academia de idiomas.



"Todos los días, se rentan dos o tres habitaciones. No tenemos opulencia, pero lo bueno es que es un bien familiar que nos ha mejorado un poco la vida", cuenta Josefina Molina, que hace cinco años atrás trabajaba como enfermera en un hospital público. Hasta que un día, junto con su esposo, Israel, decidió solicitar un préstamo a una cooperativa y transformó su pequeña casa en un hotel de bajo costo con seis habitaciones para surfistas. En el negocio, la ayudan sus dos hijos, de 24 y 20 años, que están encargados de la cocina y quienes, por supuesto, también practican el surf.
 


Fuente: AFP