La importancia económica del turismo
El turismo, hoy en día, es uno de los sectores económicos mas dinámicos a nivel mundial y debe asumir un rol protagónico para alcanzar los ODM, en particular el primero, el que se refiere a erradicar la pobreza extrema y el hambre.
Efectivamente, no caben dudas de la importancia económica del turismo en la Argentina. La participación del rubro turismo y viajes en el PBI argentino es del 7,6 por ciento1. Esto quiere decir, que en la actualidad, el turismo es la sexta actividad de importancia en la economía nacional después de la industria manufacturera; las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler; el comercio mayorista y minorista; el transporte, almacenamiento y comunicaciones; y la enseñanza. En otros términos, la participación del turismo en el PBI es mayor, por ejemplo, a las actividades primarias y extractivas (agro, minería, incluyendo también extracción de hidrocarburos), a la construcción, y a cualquiera de los grandes componentes individuales de la actividad manufacturera. En el 2007, la actividad generó 1.198.366 puestos de trabajo –el 7,2 por ciento del empleo total-. Es decir, el turismo es el quinto responsable en la generación de trabajo en la Argentina, superando a sectores como construcción; actividades primarias y extractivas; y transporte, almacenamiento, y comunicaciones. En términos relativos, los ingresos por exportaciones de turismo en Argentina representan el 7,5 por ciento del total de exportaciones de bienes y servicios, constituyéndose en el cuarto sector exportador durante el año 2007, detrás únicamente de los complejos aceitero, petrolero y automotriz2.
Igual de importante aún, la Argentina se encuentra lejos de la frontera internacional3, en la cuál el turismo representa el 9,9 por ciento del PBI y explica el 8,4 por ciento del empleo total. De acuerdo a la Organización Mundial del Turismo4, la curva del mercado presenta una tendencia a la diversificación de los destinos: mientras en 1950, 15 destinos absorbían el 98 por ciento del turismo internacional, en 1970 ese porcentaje se redujo al 75 por ciento, para caer al 57 por ciento en 2007, reflejando sin duda la emergencia de nuevos destinos, mayoritariamente en países en desarrollo.
Ahora bien, una perspectiva de economía política nacional debe interrogarse por el impacto de la actividad turística en la estructura social en su conjunto. Es decir, la economía política nacional –a diferencia de la economía clásica-, además de analizar la actividad económica desde el punto de vista de la acumulación, analiza la actividad económica desde el punto de vista de la producción y distribución. En este sentido, el presente trabajo se interroga por la relación entre turismo y desarrollo ¿Cómo se produce el turismo que se consume en la argentina? ¿Cómo se distribuye en la estructura social? ¿Cómo afecta el turismo la vida los pobres? Y sobre todo ¿cómo puede mejorarla? Es decir, se trata no sólo de incorporar al turismo en la agenda de desarrollo empresarial, sino de procurar que dicho desarrollo esté subordinado al desarrollo económico y social de la nación.
La economía política del turismo: del “turismo popular” al “turismo mercancía”
En el sector de turismo, el enfoque dominante en materia de política pública ha consistido en aplicar en forma implícita una modalidad particular de teoría de la dependencia, sobre la base de una relación centro-periferia. A grandes rasgos, el enfoque de política pública dominante ha tendido a concentrarse en tres dinámicas: primer, promover la inversión privada; segundo, impulsar el crecimiento macro-económico agregado de la actividad -sin analizar su impacto en la estructura social ni la micro-economía de su desarrollo-; tercero, focalizarse en las ganancias de divisas internacionales sin tomar en consideración las oportunidades y las necesidades de los sectores pobres y excluidos.
Desde el punto de vista de la economía política, los actores de esta modalidad particular de desarrollo turístico son normalmente elites nacionales y compañías internacionales, ambas orgánicamente articuladas. Esta articulación suele generar un circuito, en dónde las ganancias de la actividad son repatriadas a los centros internacionales de emisión de turistas, y los vínculos con las economías locales tienden a ser débiles, con la posible excepción del empleo. En otros términos, el turismo ha tendido a desarrollarse como actividad que se comercializa en los centros económicos internacionales, pero que se consume en el punto de producción. Por lo tanto, y paradójicamente, esta modalidad de desarrollo implica una transferencia de recursos desde las periferias –receptoras de turismo- hacia los países centrales –emisores y receptores al mismo tiempo-. Es decir, los que consumen el bien turístico obtienen la ganancia de los que producen el bien turístico.
Esto no ha sido siempre así. Argentina estuvo en la década del ‘40 y los ‘50 a la vanguardia de la experiencia conocida como “turismo popular”5. El turismo popular, introducido por los dos gobiernos peronistas, se constituyó como un verdadero puntal de referencia de cómo el Estado puede planificar el turismo. El caso prototípico fue la Ciudad de Mar del Plata. Las estadísticas de la época demuestran que “Para 1938 –luego de la inauguración de la Ruta Nacional Nº 2- recibió 100.000 pasajeros, durante el año 1950 alcanzó el millón de pasajeros y en el primer lustro de la década del ‘60 llegó a un ingreso promedio temporario de 1.403.748 personas. En el primer lustro de la década del ‘70 la cifra de arribos se multiplica, de modo que el promedio de la temporada estival se estima en 2.431.084 pasajeros”6.
El turismo nacional, acompañando las políticas de industrialización y sustitución de importaciones, produjo como consecuencia directa el mayor proceso de distribución equitativa de la riqueza nunca antes vivido por nuestro país, aumentando la calidad y la cantidad de empleos, reduciendo la pobreza y consolidando una cultura del descanso turístico para las clases trabajadoras que no iba a perder en los próximos 50 años.
Fue en la década del noventa en donde los paradigmas económicos se subvirtieron. El turismo como factor de desarrollo dejó de ser una herramienta para el derecho al descanso y a las vacaciones de los trabajadores, para convertirse en un instrumento macroeconómico más para favorecer el ingreso de capitales extranjeros.
Las fotografías que nos deja esta época son sin lugar a dudas fieles reflejos de este proceso: la instalación de los Hoteles 5 estrellas de cadenas internacionales; el cierre de los ramales ferroviarios; la transnacionalización del transporte aéreo internacional y de cabotaje; las concesiones de las rutas nacionales; la desinversión en el transporte terrestre, entre otras consecuencias.
¿Es posible transformar este paradigma de modo de beneficiar el desarrollo nacional?
Hacia un paradigma alternativo: políticas públicas para turismo y la inclusión social
Hay otro mercado, un tanto oculto y postergado por la realidad actual: el de cabotaje. Sin querer iniciar un enfrentamiento entre el turismo receptivo y el turismo nacional, considero que las políticas turísticas deben buscar un equilibrio entre ambas tendencias. Esta estrategia no es irrealista comercialmente: el turismo interno representa el 73,7 por ciento del PBI que genera la actividad económica de turismo y viajes7. Tampoco es irreal desde el punto de vista de las preferencias de los consumidores. En efecto, 8 de cada 10 argentinos prefieren vacacionar en la Argentina y no en el exterior8.
El problema con el turismo nacional en el esquema actual de políticas públicas, es que las ganancias por su explotación y desarrollo tienden a concentrarse en el circuito de elites nacionales y compañías internacionales. Esto genera, para el entorno social de producción de la actividad turística –las comunidades destino- una modalidad de economía de enclave que reporta nulos beneficios en términos de desarrollo. Por ende, un punto de partida para comenzar a transformar esta situación sería promover empresas competitivas e internacionalizadas en el lugar de destino. Es decir, fomentar que la producción y comercialización de la actividad turística coincida con su ámbito de consumo. Esta lógica rompería con la economía de enclave, diluyendo la distinción centro-periferia. Se trataría de un modelo de desarrollo turístico que incorpore al desarrollo local y la eliminación de la pobreza como objetivos fundamentales.
“…Cuando las decisiones económicas siguen un patrón inadecuado, la distribución del ingreso queda subordinada al mismo, más allá de los buenos deseos de cualquier gobierno. En consecuencia, lo que llamamos justicia social también requiere para su materialización efectiva participación del gobierno y elevada eficiencia del mismo…” (Perón, 46: 1983)9
Al respecto, la actividad económica del turismo presenta una serie de características constitutivas que la hacen propicia para favorecer el desarrollo local. En primer lugar, uno de los mayores activos que poseen las comunidades en la Argentina es su localización en áreas ricas en cuánto patrimonio cultural y recursos naturales. En este sentido, una política pública de turismo que cambie el eje acumulación por el eje de producción y distribución sería una contribución fundamental en la reducción de la pobreza y la redistribución de la riqueza. En segundo lugar, una política de turismo semejante –al romper con la lógica de economía de enclave- tendría un fuerte impacto vía efecto multiplicador en el mercado doméstico. En tercer lugar, el turismo es una actividad económica trabajo-intensiva. En cuarto lugar, el turismo es una actividad que permite oportunidades de negocios de pequeña escala, puesto que se nutre precisamente de la diversidad de la oferta. En quinto lugar, el turismo es una actividad económica que por su dimensión de servicio tiene una propensión a generar trabajo femenino, siendo el género una de las dimensiones importantes de la pobreza y la exclusión en América Latina.
¿Por qué no apostar nuevamente al turismo nacional, con inversiones públicas y planificación estatal? El crecimiento del sector turístico nacional y su gran incidencia directa e indirecta en todas las economías regionales hacen de él una herramienta especialmente adecuada para el desarrollo sustentable. ¿Cuáles serían entonces los capítulos de una nueva agenda estratégica que conciba al turismo como política de Estado?
Como ya se mencionó más arriba, hay un marco general: las nuevas políticas turísticas deben encontrar un equilibrio de fuerzas entre el turismo receptivo y el turismo nacional, que favorezca el desarrollo nacional antes que concentración económica. Esto quiere decir al menos dos cosas.
En cuanto al turismo nacional, es necesario resolver los principales déficits que impiden que los actores locales se apropien de la producción y comercialización de sus activos turísticos. Para ello, resulta fundamental una ambiciosa estrategia integral que se proponga, entre otras cosas: un plan nacional de educación técnica focalizado, que contribuya a resolver los déficits sectoriales de capital humano, haciendo énfasis en la creación de una cultura emprendedora e innovadora; una línea de financiación –con un fuerte componente de micro finanza- que reduzca la falta de capital financiero para micro, pequeñas y medianas empresas; el reconocimiento, la promoción, y el fortalecimiento de la asociatividad como modalidad clave para generar capital social en las comunidades poseedoras de activos turísticos, enfatizando en la necesidad de reconfigurar la cadena de proveedores en beneficio de actores nacionales y locales; un plan de infraestructura en regiones pobres con potencial turístico, de modo de crear las condiciones para desarrollar nuevos activos y destinos emergentes; el uso de la herramienta de planificación estratégica participativa, acompañada de un reconocimiento de la importancia del sector informal y de la resolución de problemas de tenencia de tierras, con el propósito de paliar la falta de poder de mercado de los actores locales; una política de construcción de capacidades de los gobiernos locales, de modo de favorecer el proceso; una política de accesibilidad, que entienda al turismo como un derecho y no como un privilegio; finalmente, una actualización de la legislación productiva para el sector de turismo.
En cuanto al turismo internacional, esta agenda no intenta en modo alguno subestimar su importancia. Es más, la agenda supone la ampliación sustantiva del mismo, pero a través de la generación de capacidades nacionales y locales, incorporando a la mayor cantidad de agentes sociales y económicos posibles, favoreciendo el ingreso de nuevas inversiones que sustituyan paulatinamente la actual concentración de operadores trasnacionales. En forma complementaria, se deben fortalecer las alianzas estratégicas con países vecinos.
Estos son algunos de los aportes que se podrían y deberían producir en un país donde se hable del turismo como la nueva industria para paliar la pobreza y resolver alguno de los muchos problemas del desarrollo nacional.
1 Datos disponibles en el INDEC y los Informes de la Cámara Argentina del Turismo, 2008.
2 Idem.
3 Datos obtenidos del Consejo Mundial de los Viajes y el Turismo (WTTC).
4 Organización Mundial del Turismo, Naciones Unidas.
5 El peronismo instaló a partir de 1946 la idea de “turismo social”, el goce del ocio como un derecho de las clases trabajadoras, impulsadas desde el Estado. Para cumplir esta política, en 1948 se inauguró el complejo turístico de Chapadmalal –que dependía de la Fundación Eva Perón- que en los veraneos de 1953 y 1954 fue visitado por 24.218 trabajadores que no pagaron ni un centavo” (González Toro, Alberto, “Mar del Plata: apogeo y caída del turismo obrero”, Clarín, 01/02/2004). Asimismo, aprovechando las instalaciones que habían sido utilizadas por el personal jerarquizado que construyó la represa sobre el río Tercero en la provincia de Córdoba, se conformó la base operativa y subvencionada que, junto a Chapadmalal, recibió a contingentes de trabajadores argentinos, provenientes de las distintas provincias. Como complementación a estas políticas se generaron múltiples líneas de crédito público para la construcción de hoteles. Entre estos planes en 1947 se implementó un sistema de créditos denominado Préstamo Nacional Hotelero, otorgado por el Banco Hipotecario Nacional, cuyo objetivo era financiar la construcción de nuevos complejos hoteleros. Para el otorgamiento se estudiaban las propuestas considerando el lugar y el tipo de hotel que se preveía construir. En ese sentido, la gestión pública también intentó regular la organización y puesta en marcha de una más amplia red hotelera.
6 Cicalese Guillermo, “La implantación del modelo económico aperturista en los 70 y la crisis del turismo masivo en la Ciudad de Mar del Plata, 1976-1987” en Pastoriza Elisa “Mar del Plata en los años 30: entre la regresión política y el progresismo social” (1996).
7 Informes de la Cámara Argentina del Turismo, op. cit.
8 “8 de cada 10 personas aseguran que prefieren pasar las vacaciones en el país antes de salir al exterior”. (Los datos corresponden a un estudio de mercado realizado por la consultora TNS Gallup) Clarín 17/02/2007.
9 Juan Domingo Perón, “El proyecto nacional”, El Cid Editor, Buenos Aires 1983, p 42.
Amo el turismo, y noto que hay cada vez más movimientos, ya que me dedico al alquiler de departamentos en palermo y cada vez llaman más extrangeros que quieren conocer por un tiempo más prologado la capital de Argnetina...
ResponderEliminarMe encanta conocer otras culturas, historias y me encanta viajar con mi familia.
ResponderEliminarMorocha - fotos de argentina
si es tan amable podría decirme dónde puedo encontrar datos actualizados sobre la participación del turismo en el PBI o bien alguna noticia actualizada sobre este tema?. Gracias, Jesica
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